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Iconos. Arquitectura (in)necesaria

Frank Gehry no hay más que uno, y menos mal. Pero ese uno, es necesario. (De vez en cuando), necesitamos iconos, extravagancias, navíos de cristal, fotos que enseñar, la interpretación formalista de un americano con la mano muy suelta sobre la arquitectura de hierro y cristal de finales del s.XIX. Sobre todo si las promueve una empresa privada.






Esto es lo que me viene a la cabeza cuando recorro el exterior de este imponente edificio en un día en el que se alterna la lluvia y el sol, provocando efectos opuestos en la fachada del edificio. Unas veces es un cascaron reluciente y otras un filtro en el que se mezcla el suave reflejo de la vegetación colindante con la megaextructura que soporta los 3.600 paneles de vidrio que componen la fachada. No tengo tiempo a visitar el interior del edificio, pero creo que no me pierdo mucho, pues la foto y el "wow" inicial ya los he echado.



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El edificio, como centro de arte y eventos, podría haber funcionado prácticamente igual sin todo ese megalornamento. Pero hubiera sido, uno más, un desapercibido, un bloque inerte en el parque Bois de Boulogne. Estos excesos, muy bien construidos tras un extraordinario trabajo en un estudio de, posiblemente, exclavos por la arquitectura, atraen a la gente, la emocionan, elevan al edificio al nivel de "monumento", de catedral, de palacio, de arco del triunfo de la vida moderna.






El proyecto/arquitecto se enfrentó en sus inicios a la normativa, a la asociación de amigos del parque Bois de Boulogne, a un presupuesto inicial que se multiplicó durante el proceso, a la fuerza de la gravedad, a los errores fatales de Autocad, a la crisis financiera del 2008... Pero, tras 8 años (2006-2014), se completó. Un gran barco de cristal que lucha contra viento y marea y sale a flote. Desde el punto de vista de un arquitecto, gustos y prejuicios fundados en la escuela de arquitectura aparte, admiro a todos y cada uno de los actores implicados en el proyecto.





Admiro ese ego de Gehry, la confianza en sí mismo, ese dedo que les sacó a los periodistas en la entrega del premio Príncipe de Asturias en 2014 . A los jefes de obra, a los ingenieros haciendo caso a unos arquitectos locos y a unos arquitectos locos tratando de explicar a la cabeza cuadrada de los ingenieros lo que quieren. Un proceso muy complejo (más de 400 personas dicen que trabajaron), una historia detrás de cada edificio, al fin y al cabo. Una historia que, prácticamente, no hace más que empezar, una vez se abren las puertas del mismo y empieza a evolucionar como la sociedad decide.





Las pocas obras que he podido visitar de Frank Gehry me han gustado mucho, especialmente el Guggenheim de Bilbao, por su impacto en la ciudad, a pesar de que el impacto del "effecto" Guggenheim en España fue nefasto. Pero también me han llamado positivamente la atención sus edificios residenciales en Praga o Hong Kong, pues combinan la regularidad y racionalidad propias de este tipo de edificios con unas lineas que los hacen ligeros, dinámicos y atractivos sin resultar pretencioso.


 
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