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Itinerarios


Esta sección surje durante los paseos con mi hija (M). Desde que recorro la ciudad con ella en la mochila me resulta algo más complicado tomar fotos con la cámara, pues a ella le encanta estirar sus brazos lo máximo posible hasta alcanzar la correa de la cámara y zarandearla mientras yo lucho por mantenerme inmóvil (lo cual ha generado unas series de fotos en movimiento por otra parte). De esta manera, aparecen los itinerarios en donde cada post consistirá en una serie de fotos o videos tomados en su mayoría con el teléfono móvil, acompañados de un breve texto, más informal que en los artículos, tratando de representar esos paseos, principalmente en Hong Kong.


Observar la ciudad con un bebé como copiloto despierta tus sentidos, sobre todo si uno anda lo suficientemente despacio para dar tiempo a que las cosas llamen la atención de la pequeña. Uno es consciente de lo gris que es todo cuando ella se abalanza a por una tubería pintada de amarillo chillón; o de los ruídos que nos rodean, el ruido ambiente y los ruidos que sobresalen (y sobresaltan) por encima de este cuando gira la cabeza en busca de su origen. También sientes el ritmo de la gran ciudad, M se ha acostumbrado a ese movimiento; cuando recorremos las calles desde la ventana principal de los autobuses de dos plantas se encuentra en su hábitat, hasta que un semáforo en rojo la hace gruñir. Tomamos consciencia del sol que no vemos, cuando al rebotar en alguna de las fachadas de vidrio que nos rodean llega hasta sus ojos y se enfada porque no puede seguir descubriendo todas esas cosas que veía hace unos segundos. De noche, al contrario, puedo ver las luces de neon que surjen de todas partes cuando cae el sol reflejadas en sus curiosos ojos.


Inmersa en ese ritmo, la gente no observa lo que le rodea. M busca con la mirada reciprocidad y no la recibe mientras caminamos por la calle. El flujo constante, casi obsceno, de personas no se detiene ni ante la presencia de un bebé que lo está aprendiendo todo. En el metro tiene un poco más de suerte, pues la gente no tiene escapatoria y M increpa a todo el vagón hasta que alguien levanta la vista del móvil y le sonríe. La gente mayor, sin la dependencia a la pantalla siempre se muestra mucho más receptiva. Si no le hacen caso M mirará a la pantalla del vagón atentamente.


Otra de las cosas que uno redescubre (la paternidad va mucho de redescubrir), son todos esos rincones a los que la ciudad les ha dado de la espalda: esos recodos entre un edificio y una carretera elevada; un pequeño callejón al que el ruido y el humo no llegan y un bordillo hace de improvisado banco; un cruce de calles en el que en un chaflan ha generado un espacio al margen del flujo de peatones. A menudo necesitamos parar, colocarnos bien, tomar un biberón, buscarnos las cosquillas, en cualquier parte. Por otro lado, también frecuentamos los grandes centros comerciales, estos edificios tienen menos rincones fuera de control en su interior que las calles (aunque algún rincón, incluso con vistas al mar, hemos encontrado). Visitamos estos enormes relucientes y perfumados edificios en busca del cuarto para cambiar el pañal a M y tomar un pequeño descanso. Vivimos inmersos en la búsqueda del confort y esos centros comerciales representan esa aspiración a la perfección. Críticas aparte, esos descansos nos vienen bien, e incluso de esos itinerarios en busca de un aseo hablaremos.


En la próximas semanas llegaran recorridos en poblados cerca de Tsuen Wan, edificios de los 50 con muchos rincones y personas en Mong Kok, pistas de futbol callejeras con vistas al mar, rascacielos con skylobby para hacer lo que quieras, etc, etc. Por cierto, M ya empieza a utilizar la cámara también, esta es su primera foto en un ferry camino de North Point.





 
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