Un domingo por la tarde decido, sin motivo aparente, bajarme del vehículo. No sé porqué nunca antes había pensado en la posibilidad de salir de la carretera y poner pie en esa tierra de nadie. Las prisas, supongo. Solemos ir de un punto A a un punto B, en coche o en tren de alta velocidad, de una hora de salida a una hora de llegada y con una velocidad máxima permitida o alcanzada, fascinantemente, en el caso del tren. Pero, ¿qué hay detrás de la ventanilla, entre A y B?
Torres de hormigón y ventanas apagadas al fondo. ¿Quién vive ahí?. Es un paisaje deprimente, al menos desde la velocidad de tren. Las vías y la autopista parecen ser las únicas razones de ser de estos bosques del progreso. Intento buscar una fábrica cerca, un quehacer para los residentes de esa ciudad fantasma, pero no veo nada. Si al menos fuera una comunidad autosuficiente, pero no, es un barco a la deriva, o a remolque de las infraestructuras. A propósito de la idea del barco me viene a la memoria la idea de heterotopía de Foucault, de esos otros espacios:
"...y si uno piensa que, después de todo, el barco es un pedazo flotante de espacio, un lugar sin lugar, que vive por él mismo, que está cerrado sobre sí y que al mismo tiempo está librado al infinito del mar y que, de puerto en puerto, de orilla en orilla, de casa de tolerancia en casa de tolerancia, va hasta las colonias a buscar lo más precioso que ellas encierran en sus jardines, ustedes comprenden por qué el barco ha sido para nuestra civilización, desde el siglo XVI hasta nuestros días, a la vez no solamente el instrumento más grande de desarrollo económico (no es de eso de lo que hablo hoy), sino la más grande reserva de imaginación. El navío es la heterotopía por excelencia. En las civilizaciones sin barcos, los sueños se agotan, el espionaje reemplaza allí la aventura y la policía a los corsarios."
Me imagino bajando en una estación de tren de extrarradio, cual Francisco Umbral y escribir:
"Te acercabas a ella cuandose removía la humanidad del Metro, y vuestro silencio comunicante sonaba ya más que todas las conversaciones del vagón a ése que le den por donde le gusta, te prometo que me quedan cinco duros, macho, estoy volcado, éste siempre corto de pasta, usted verá, doña Águeda, qué hacemos con él si en el Seguro no le dan la baja y el corazón lo tiene cada día más hinchado.Un bloque de silencio entre tú y yo, una barra de silencio en torno de la cual saltaban las conversaciones intermitentes y desdentadas del Metro, hasta la estación final, o aquélla adonde tú te bajabas, con un giro leve del perfil, que no sé si era una invitación o una despedida, pero yo me iba detrás y salíamos a una plaza con jubilados, a un barrio grande y poblado, con muchos camiones escorados y muchos toneles de vino desguazados en mitad de la calle. Era tu barrio, y qué difícil romper el acero de silencio que se había forjado entre nosotros, después de haberte visto subir las escaleras del Metro con prisa de gacela obrera, y tus piernas de andar y bailar, y un paraíso suburbial, con huertos y tal".
Pero no me sería posible caminar detrás de la joven, las puertas de la estación no se abren a un paraíso suburbial, sino a un páramo desierto. Tendré que subir a la planta x del bloque x, conectarme a Tinder, e intentar cazar en el ciberespacio. Dicen que la gente tiene menos sexo que antes, cuando todos parecemos desearlo más (complejamente), y con muchos más recursos que antaño. Es lo que tiene ir a la guerra con drones, se ha perdido la épica. Detrás de cada ventana hay alguien masturbándose pensando en la silueta que se esconde tras una de las otras ventanas lejanas. Un fantasma.
Me gustaría pasear por las vísceras invisibles de aquellos esqueletos de hormigón. Subir las escaleras de incendios, sin su pretil ni su luz verde de emergencia y escuchar el crujir del abandono bajo mis zapatillas. Asomarme al abismo del hueco de ascensor sin ascensor y a las ventanas sin cristal, y echar un grito a los absurdos que han creado semejante atrocidad, al político, al promotor, al constructor, a los arquitectos, a mí, al creador de Autocad, al que explota la mina de hormigón. China usó en tres años (2008-2011) casi el doble de hormigón que consumió Estados Unidos en todo el siglo XX, que no fue poco.
A los vecinos no les gritaría, principalmente porque no los hay, y de haberlos, creo que no les ha quedado otra opción que alimentar el bosque fantasma con sus ahorros y los ahorros de sus ahorros. Los edificios parecen un gráfico de barras, en el que todos somos iguales, todo es alto, todo es positivo, todos iguales y del mismo color y con la única opción de salir perdiendo en algún momento. Miedo.
¿Desde cuando este astillero dejó de ser?. Los trabajadores probablemente andan vagando en busca del apartamento de recambio que les corresponde por la expropiación de sus tierras. Y sus hijos, con camisa blanca y un teléfono más grande que su cabeza, trabajan en las inmobiliarias que tratarán de vender ojas de bosque fantasma. Parecen vendedores de cosas fantásticas, como Melquiades. ¿Y los capitanes de barco?, quizás son ahora maquinistas de tren de alta velocidad, o capitanes de los barcos a la deriva que son esos nuevos condominios, como objetivo la gran metrópolis, tierra firme, hasta ser absorbidos. El nuevo plan súper metropolitano para Beijing es juntar amarras con Tianjing y alcanzar los 100 millones de habitantes. Mientras tanto, estos barcos aguardan su botadura en medio de la nada.
Le llaman burbuja inmobiliaria. Pero estas burbujas no explotan, no hacen ruido, su onda expansiva silenciosa tan solo nos aisla más a los unos de los otros. La crisis financiera que afectó, especialmente, a occidente en el 2007 surgió de una crisis del sector inmobiliario, una crisis que se engendró, principalmente, en sucursales bancarias. El efecto dominó de esta crisis, hizo que China, tras haber perdido cerca de 30 millones de puestos de trabajo por la caída en picado de sus exportaciones, comenzara a construir estas burbujas de hormigón por todo el país.
Recientemente, en Shanghai, Olafur Eliasson exponía en el Long Museum de Shanghai algunas de sus obras en una genial exhibicion. Una de las obras se componía de burbujas y su título era "Happiness". Me gustaría concluir este post con esta visión, que podría ser la de una ciudad del futuro con burbujas transparentes.
*Las fuentes principales de información de esta entrada ha sido: la conferencia de Michel Foucault Des Autres Spaces; las conferencias de David Harvey sobre las crisis del urbanismo capitalista; el libro Mortal y Rosa de Francisco Umbral; y la propia experiencia personal visitando el extrarradio de Tangu.