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Atando rascacielos



Locura o poesía. En el año 1974, Philippe Petit tuvo (y llevó a cabo, con un dispar atado equipo la "World Trade Center Association") la brillante idea de unir las torres gemelas con una cuerda floja y pasear en el aire entre ellas. Qué simple y qué complejo al mismo tiempo.



Los rascacielos, incluso los gemelos, tienen la peculiaridad de aislarnos. O estás dentro o estás fuera, son para ser vistos o para ver desde ellos. Cabe tanta gente en un mismo edificio que es difícil conocerse. Son el símbolo urbano del capitalismo, la materialización en vidrio y acero de una gráfica siempre ascendente. Son una competición. A las 9AM miles de hombres de traje y corbata, y mujeres con vestido entrarán… y a las 6PM otros tantos saldrán. Algunos se quedarán dentro haciendo unas horas extras, dejando encendidas algunas luces sueltas en la torre que le dan un poco de humanidad. A veces miro a través del cristal y, a unos 40 metros de distancia en la torre de al lado, veo gente como yo, trabajando. Ellos parecen mirar menos por la ventana que yo, pues nunca nos miramos a la vez. En la torre casi todos parecemos iguales.






Por la noche, uno puede recorrer las entrañas silenciosas del rascacielos, fumar un cigarrillo escondido en los baños, practicar sexo a través de una ventana abierta en el ordenador, o con la chica que se asoma por la ventana del hotel de enfrente. After Dark. "Lo que para una persona puede ser una distancia prudencial, para otra puede ser un abismo" Haruki Murakami. ¿Acaso no son abismos las ventanas de un rascacielos?






Para llegar a tu planta necesitas acceder a través una caja mágica llamada ascensor que te transporta hasta el número que elijas, que es siempre el mismo ¿por qué nunca nos da por pulsar otro número, a ver qué pasa?. En cualquier caso, el rascacielos es un callejón sin salida, una vez estás en la azotea, a dónde vas?. En la mayoría, la azotea es inaccesible (y NO es una salida de incendios), o necesitas comprar el acceso. En la planta más alta de la torre Yintai de Beijing se encuentra el China Bar. Con una cantante de jazz, un piano y algún instrumento más. Desde la ventana se ven luces rojas, habrá más colores pero yo me acuerdo solo de las rojas. Inaccesible, esa es la palabra. Inaccesibilidad al lujo de ese bar, a esas luces rojas, a la chica que canta jazz y que no te mira.






Qué impresionante es la vista de la ciudad desde allí arriba, como en la portada de nuestro blog. La ciudad que se ve en esta foto no es ni Nueva York ni Hong Kong, es Taipei. Desde tan arriba, la ciudad se funde en pequeñas luces y al final, de noche, todas las ciudades se parecen.





Nuestras urbes, incluso las más densas, son planas, crecen horizontalmente sobre el territorio hasta que este no da más de sí. Los rascacielos son protuberancias que rompen esa horizontalidad. Existen ciudades que funcionan tridimensionalmente, como en el caso de Hong Kong, pero esta tridimensionalidad funciona en un rango de ±5 plantas. Hong Kong me recuerda el paisaje Blade Runner.


Para vivir en una verdadera tridimensionalidad necesitamos una nave espacial, un ascensor personal que nos haga movernos con libertad, vertical y horizontalmente. La empresa de ascensores Otis ya ha realizado prototipos que se desplazan horizontal y diagonalmente, pero el mercado no está interesado en este tipo de productos. Recuerdo los bocetos de urbes tridimensionales del arquitecto Enric Ciriani en los que los habitantes se desplazan en unas cápsulas. Quizás en un futuro no muy lejano algún tipo de drones transportadores hagan esta imagen realidad.






Me pregunto qué pasaría si empezáramos a atar los rascacielos entre sí con cuerdas como hizo aquel francés loco. Imaginad si perdemos todos el miedo y empezamos a andar por los aires. En el lunch time claro, que de 9AM a 1PM hay que trabajar. El paisaje cambiaría, dibujaríamos líneas rectas para que la gravedad las convirtiera en arcos que unen unos edificios con otros








Si no perdemos el miedo podemos empezar a trazar grandes puentes y toboganes entre ellos, o ascensores de cristal que funcionan en todas las direcciones, como el de la Fábrica de Chocolate de Charlie.




Algunos arquitectos ya ha intentado algo similar, quizás el ejemplo más claro es el Linked Hybrid de Steven Holl en Beijing. Los puentes conectan entre sí todos los bloques del complejo residencial, proporcionando espacios de uso común en su interior. La potencia visual del conector es indudable y los puentes tienen presencia suficiente como para simbolizar el cierre del círculo, en el que las torres ya no son un callejón sin salida en su azotea. No obstante, estos espacios comunes quedan algo aislados de la ciudad, tal vez por el enclave específico de la capital china en el que se encuentra.






También podemos considerar como ejemplo la torre CCTV de OMA, también en Beijing. Si bien este es un intento más formal que conceptual, podemos decir que la torre ya no es una torre, es otra cosa. El nuevo edificio de apartamentos de BIG en Nueva York, quizás es una manera de ponerle a los edificios residenciales en altura los pies en la tierra.









Otra propuesta más radical es la del estudio REX en Nueva York, que pone el rascacielos “patas arriba” como un nuevo concepto de rascacielos americano. Estos tres últimos proyectos tienen el ADN de Office for Metropolitan Architecture. Gran legado de Rem Koolhaas.





Rascacielos, el nombre suena agresivo, ¿por qué no tocacielos o hastaelcielo?, incluso, haciendo alusión a Chillida, Elpeinedeloscielos. ¿Cómo de alto es un rascacielos?. Según los estándares, aunque es relativo al contexto, un edificio se considera rascacielos si sobrepasa los 100 metros de altura, pero los hay mucho más altos. El edificio más alto del mundo actualmente es el Burj Khalifa en Dubai con 828m. Si hablamos de torres imaginarias, las tenemos mucho más altas, por ejemplo la Torre de Una Milla de F.Y Wright (1956).




¿Hasta dónde? Deberíamos añadir límites, a los rascacielos, además de los que ya impone la gravedad, el viento o el complejo desplazamiento vertical de los ascensores?.


El ascensor, un elemento crucial, sin el que no existirían los rascacielos ni, probablemente, las grandes metrópolis. Es paradógico que el sentido de los primeros ascensores era “descendente”, pues se concibieron para ser empleados en las minas. De hecho, nos sorprendería ver que los ascensores subterráneos tienen un alcance casi 10 veces mayor que el de los utilizados en los rascacielos. “Viaje al centro de la tierra”.




El boom de los edificios en altura se dio, cómo no, en Estados Unidos. Comenzando en Chicago y llegando a su mayor esplendor en Manhattan. La isla neoyorkina podría considerarse un museo, o un campo de pruebas, de los hitos del ascensor.


También en Manhattan, en 1929, antes incluso que la película Blade Runner, los inversores del Empire State Building justificaron el incremento de altura del proyecto inicial para incorporar una plataforma de aterrizaje de dirigibles. El proyecto, no obstante, nunca se llevo a cabo a pesar de que se hicieron algunas aproximaciones con dirigibles al edificio, y más parece una estrategia para superar en altura al Chrysler Building, que en su momento era el edificio más alto del mundo. ¿Quién iba a imaginarse entonces que en 2001, dos Boeing iban a estrellarse sobre las Torres Gemelas, desafiando la soberanía de este tipo de edificios, y de todo lo que ellos representan.



Vidrio y acero. También ingredientes indispensables para el crecimiento de los rascacielos. Desde los elegantes edificios de Mies Van Der Rohe en Estados Unidos hasta las modernas torres que se erigen hoy en día en cualquier rincón del planeta. El estilo Internacional, que bautizaron en su día a evolucionado de distintas maneras, unas más acertadas que otras, pero, sin lugar a duda, su alcance ha sido global.




Como ejemplo de esta globalización en la incorporación de rascacielos (dentro y fuera de contexto) está la torre Bitexco en el centro de Ho Chi Minh City. El edificio está proyectado por un arquitecto de origen Venezolano instalado en Nueva York con consultores franceses. Además, el vidrio de los paneles cortina está fabricado en Belgica, llevado a China donde se manufacturó cortándolo en 6.000 paneles individuales, y posteriormente, trasladado en barco a Vietnam.



Ahora, subamos a lo más alto de esta torre con forma de flor de loto y observemos a través de ese vidrio. En un día nublado como en el de la foto, podemos apreciar elemento más de estas torres, el reflejo.






El reflejo es un componente más de los rascacielos, tanto el de dentro y el de afuera. Con el reflejo se dan efectos que funden interior y exterior, o edificios entre sí. Quizás el reflejo sea el último reducto al que aferrarse, quizás sea esa cuerda floja que ata rascacielos entre sí, o personas.



 

*Las fuentes principales de información de esta entrada ha sido: el Documental Man on the Wire dirigida por James Marsh; el libro Delirious New York de Koolhaas R; el cuaderno sobre ascensores para la bienal de Venezia editado por AMO en 2014; el artículo del New York Times (http://www.nytimes.com/2010/09/26/realestate/26scapes.html?_r=2) sobre el Empire State Building; así como diferentes webs de arquitectura como Archdaily o la de los estudios de arquitectura BIG y REX.

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