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Xidi y la nostalgia

Paseando por las estrechas calles de Xidi me pregunto qué tendrán estos antiguos poblados, al igual que los cascos antiguos de nuestras ciudades en Europa, para atraparnos con ese halo de una nostalgia de origen desconocido. Es como si la piedras antiguas, con su moho y cicatrices, nos reconectaran con nuestros antepasados o con las raíces de una civilización más "tangible" que la actual.


En el caso de China, la brecha entre el presente y el origen de esa nostalgia se maximiza de alguna manera debido al hecho de que muchas de estas poblaciones: o bien van a desaparecer, o bien se van a convertir en un foco de turismo masificado que los reduzca a puro teatro. Si se da el segundo caso, lo más probable es que la ciudad sea copiada y reproducida en sus alrededores, se tiren edificios antiguos y se reconstruyan de nuevo pero haciéndolos parecer viejos e, incluso, puede que veamos el logo de Starbucks entre grises ladrillos.




Xidi es un milagro. Tras las muchas guerras internas en China a lo largo de sus diversas dinastías, los numerosos ataques de colonizadores, la primera revolución cultural con Mao, y la "segunda revolución cultural", la de la impregnación del neoliberalismo en el gigante asiático, este antiguo poblado tradicional ha logrado sobrevivir durante casi un milenio para llegar hasta nuestros días con una trama urbana muy similar a la que tenía en sus orígenes.


La población rural en China antes de la política de puertas abiertas establecida por Deng Xiaoping en 1978 era más del 80% mientras que, actualmente, la población que vive en zonas rurales es menos de la mitad tras un éxodo a las ciudades sin predecentes. A lo largo de este periodo, son miles los pequeños poblados que han sido abandonados o destruídos, llevándose consigo, no sólo miles de reliquias, monumentos o edificios de gran valor, sino también parte de la identidad de una sociedad.


Nuestra vida, nuestra cultura germina en las ciudades, si acabamos con ellas o las construimos rápido, barato y mal, nuestra identidad desaparece. Esta crítica puede ser aplicada no sólo al caso de China, sino a cualquier país en el que la especulación inmobiliaria guía su urbanismo (básicamente en todos).








Durante los años que ha trabajado en China como arquitecto, he podido comprobar que existe una actitud algo confusa respecto a la relación de modernidad con tradición. En este sentido, se dan muchos casos en los que se quieren realizar proyectos de tipologías tradicionales (una pagoda, por ejemplo) pero con un toque moderno, incluso occidental, y añadiendo funciones ajenas a la pagoda original como podrían ser restaurantes, tiendas, etc. En otros casos, se realizan grandes urbanizaciones que imitan antiguos poblados con grandes eslóganes publicitarios o, por el lado opuesto, muchos proyectos cortan radicalmente con cualquier relación con la tradición arquitectónica o urbana del país. Una tradición, que por otra parte, habría que recuperar tras el largo paréntesis que supuso la Revolución Cultural con Mao Zedong.


En mi opinión, se han producido cambios tan rápidos en el país que, en algunos aspectos, como en el caso de las ciudades, China y sus ciudadanos han perdido en parte la noción de identidad. A menudo, los arquitectos trabajamos sobre una tabula rasa, en lugares por urbanizar, en páramos donde no existe un claro contexto al que remitirse a la hora de establecer relaciones. Por lo que la arbitrariedad en el diseño es casi un método en sí mismo.






Regresemos a las calles de la antigua Xidi. Sus quebradas líneas que parecen curvas, la elegancia de sus tejados, el color blanco de las paredes y el gris del pétreo pavimento nos trasladan a una época pasada que, inevitablemente, se nos representa mejor. Las puras fachadas son ornamento en sí mismas, como podemos observar en estos alzados.







Esta elegante sencillez también se puede observar en las plantas de sus edificaciones que nacen de un módulo rectangular que puede ser combinado de múltiples maneras dando lugar a una trama urbana intensa. Sus fachadas principales, que no son sino un muro que arropa el patio interior en el que surge la intimidad de las familias, de puertas adentro, marcarán el ritmo del misterio de las calles de Xidi.




Las transiciones de espacios son emocionantes tanto en el interior de las viviendas como en las calles. En el interior, estas movimientos se dan principalmente a través de sus secuencias de patios interiores que filtran la luz, el aire y el agua. En el exterior surgen a partir de la expansión y contracción, así como de los lugares invisibles que se esconden tras las esquinas generadas por unas calles quebradas que obedecen a las leyes de la naturaleza y armonía.


En las imágenes siguientes podemos observar la sección esquemática de algunas de estas calles y algunas fotografías que plasman estos espacios.










De alguna manera, Xidi me trajo a la memoria mis paseos nocturnos por Venecia. Tal vez, por la idea romántica de que ambas están condenadas a desaparecer, bajo las aguas del progreso. O por ese aferramiento estoico a un tiempo pasado que, quizás, fue mejor, y que muchos misteriosamente añoramos, que espera paciente tras las silenciosas esquinas de sus calles serpenteantes.


 

*Las fuentes principales de información de esta entrada ha sido: la documentación presentada ante la UNESCO para declarar los poblados Xidi y HongCun como patimonio histórico de la humanidad; el documento Análisis de Paisaje Vernacular de los Antiguos Poblados de la Provincia de Anhui (Zhang Ke, C.); y la propia experiencia personal en Xidi.

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